Siempre he conocido a personas peculiares en mis años detrás de la barra de El Mirador. Personas que en un delirio de alcohol o en un momento aburrido pueden ser capaces de todo. De robar, por ejemplo.
Como Efraín decía, robar es un arte, y no cualquiera es un artista.
Efraín había crecido en el pueblo, sin padre, como la mayoría. Había estado al cuidado de su abuelo, un viejo mal humorado por las carencias hasta de café. Y nunca le había alcanzado el dinero ni para un taco, menos para un tabaco, pues le gustaba más el tanguarniz que el pan.
Pero Efraín decía que daba buenos consejos, y hoy que lo pienso, creo que sí.
-Cuando vayas a robar, siempre ve solo- Repetía una y otra vez el viejo.
Efraín heredó de su abuelo la afición por los tequilas amarillos y le sumó la suya propia por los tabacos buenos y una que otra mujer bonita. De ésas que nos rondan todas las madrugadas por aquí.
Pero éstas aficiones son caras, y si dentro de la cartera sólo trae uno algunos papeles de a diez, no alcanzan. A veces las mujeres son caras, y a veces también malas consejeras, decía el abuelo.
De alguna manera tenía que costearse los pequeños lujos Efraín. Y se dedicó a robar.
Pero no era un ratero de quinta, hasta me parece que tenía estilo. Con el tiempo fué formándose una fama de chico listo que embaucaba a dos que tres. Robaba en casas, en tiendas, en el día y en la noche. Siempre con un saldo blanco y los bolsillos llenos. Nunca hacía daño a la gente pobre, solamente saboteaba casas grandes y perros gordos, como él les llamaba.
Siempre.
Pero un día se sentó en la barra Alcázar, un hablador que tenía fama de lengua suelta, y no precisamente por estar borracho. Éste era conocido por embriagarse todas las noches que podía y casi siempre patrocinado por algún tipo muerto o encarcelado.
-Sabes chico, hoy pasé por una casa muy bonita, la de enseguida de la iglesia, la que estaba abandonada. Pero parece que hoy llegaron gentes importantes, porque hay un par de sardos montándole guardia- Comentó Alcázar. Y Efraín sintió curiosidad.
Al otro día, juntando las cenizas de la noche anterior, borrando la pizarra y tirando las botellas vacías, me enteré de que habían agarrado a Efraín. Y al tiempo volvió Alcázar.
-Dicen que lo agarraron saliendo de la nueva casa del Presidente. Que llevaba una funda de almohada con joyas y una chaqueta de corte Napoleón- Me dijo.
Yo le invité un tequila a la salud de Efraín, el que siempre robaba solo.
Supongo que su abuelo nunca le dijo que desconfiara de Alcázar, o por lo menos se le había olvidado.
-Se siente contento con su camino de ratero?- Ladrón, señor.
Efraín, 24 de Mayo de 1989
martes, 9 de febrero de 2010
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