La semana pasada volvió Jesús. Aquel viejo amigo que conocí cuando joven, cuando viajaba a la mina de cobre a trabajar, cuando todavía del Mirador no había ni las zanjas de los cimientos.
¿Que si venía cambiado? No mucho. Seguía con sus lentes y su barba cerrada, aunque parecía que había cambiado su thermo de café por un caballito de tequila. Igual ambos te quitan el frío.
Y parecía que ésa noche hacía frío para él, pues no dejó de pedirme tequila.
-Hermano, se movía al compás de la música que tocaran en el viejo local al que íbamos a bailar, el de la avenida Juárez. Brillaban sus labios casi como sus ojos cuando se mecía bajo la luz en medio de la pista. Yo sólo podía mirar sus caderas hipnotizado como una vieja cobra de la India. Dios, sus brazos eran tan preciosos como sus piernas y la música en su cabello me hacía desearla aún más. Y cuando lograba que me pusiera de pié y la acompañara en su baile, su cuerpo pegado al mío me recordaba a cada momento porqué la frecuentaba tanto en ese tiempo. Hacía que me meciera junto con ella cada sábado. Hacía que valiera la pena la espera de toda la semana. Hacía que valiera la pena recibir un par de golpes por estar con ella.-
-Pero tenía un punto débil, ¿sabes? Todas las mujeres de su tipo, ésas que te hacen temblar moviendo su cuerpo y sin tocarte son sólo por un rato. Nunca tendrás algo serio con ellas, puedo asegurarlo. Son del tipo de mujeres que no se enamoran, son el tipo de mujeres por las que hombres como yo perdemos la cabeza. Tocan tu barbilla y hacen que levantes la cabeza para mirarlas y te cautivan con su contoneo, para después de un par de meses, echarte de su cuarto de hotel barato con tu camisa en la mano y con la cabeza baja de nuevo.-
-Si, hoy me dejó. Ésta tarde que fui a buscarla me dijo que no volviera, y si, salí con mi camisa en la mano. Me dijo que se había encontrado a alguien mejor. A alguien que no hacía tantas preguntas y que no le importaba con quién más se acostara. Supongo que uno igual a mí, pero con un par de meses menos. Si. Porque el tratar a una mujer así te cambia en cuestión de meses. No se trata de tu esposa o tu amiga. Es diferente.-
Supe entonces que no se había casado, que al igual que a mi, le encantaban las chicas y los bares, con la diferencia del lado de la barra en que él estaba.
Supe también que tenía una decepción en el corazón, tal vez le hacía juego con su trago.
Y supe también que noviembre es el mes del amor, puesto que a mi también me habían pasado algunas cosas en noviembre, con un desfase de algunos años.
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