sábado, 2 de mayo de 2009

Sofía

Sabía que no iba a durar muchacho.

Hace tiempo que me resigé a esta vida, y sé que por vivir así me privé de la vida de familia, es caro el precio, pero necesitaba que alguien me relajara la espalda, que me dijera que bién estuviste y que me sirviera mi tequila con limón y sal y sin hacer más preguntas.

Es alto el precio, sabes? Nunca saldré a jugar con mi descendencia al parque de la esquina, pero tampoco descubriré a la mujer de mi vida en la cama de alguien más.

No lidiaré con mujeres que lo que les preocupe más sea combinar las zapatillas con el color de sus ojos. Y nadie reclamará por mis resacas, que ya ni siquiera se corresponden con mis borracheras.

Por eso me la vivo en éste bar, sabes? El roce de la barra es a veces más acogedor que el de una mujer cuando hay un contrato matrimonial de por medio.

Para poder llevar ésta vida, tendrías que haber fracasado como contable y llevar un par de divorcios en la espalda, sin contar el haberlos apostado en una partida de póker y haberlos ganado con un trío de seises.

Es fácil atender el llamado del tekila, sin contar la resaca, cuando uno es un escritor fracasado y maldito. Y eso que a veces la profesión no se me da muy bien.

Fué un buen polvo sabes? Me queda de consuelo el saber que nunca me la volveré a topar.

-Me dijo Manuel, el muchacho que estaba platicándome de cómo había terminado el sábado anterior a su siguiente borrachera. Yo sólo podía acordarme de un tal Bicho, el personaje de una mala novela negra.

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