domingo, 24 de octubre de 2010

La primera vez

La primera vez, es a veces la última. Debut y despedida, la primera y la última. Así se expresaba mi amigo David cada vez que le preguntaba por amores, amantes o decepciones, incluyendo canciones mal cantadas.

Era un tipo promedio, calladamente serio y fríamente callado. Hablaba poco y decía aún menos. Una vez lo escuché hablar de más, y fue porque me reclamó que le pusiera más tequila a su caballito, allá por las cuatro y media de la madrugada, en un lugar lejano y un tanto desconocido, como todos los que frecuentaba.

Pero su manera de ser no era lo mejor de la historia. Su perfección al hablar nada y expresarlo todo con un movimiento de cejas mientras me pagaba, como encargado de la barra, su par de tequilas y otro tanto de limones, sin contar las canciones que en su mente había coreado. Se reservaba el costo de su propia contaminación acústica.

Así era él.

Cantaba con desgarro la alegría del compañero de al lado, mientras se acomodaba en su taburete e imaginaba por qué razón estaría aquel fulano sentado a la barra, justo como él.

Y así pasaba las noches, escuchando en la barra, mientras pensaba, o por lo menos eso aparentaba.

Hasta que un día escuchó la canción de los buenos borrachos, que le recordaron quién tocaba el piano, quién tenía fé aún, quién vendía alcohol después de media noche.

Lo que nunca había dicho lo expresó al escuchar unas letras un tanto borrosas en el disco de vinilo que databa de el '29. Ni siquiera cantó las canciones completas, pero yo como buen intérprete, supe traducir cada coma y cada pausa que a él, por la falta de educación en lingüística se le pasó.

Y a pesar del alcohol en su garganta y su sangre, pienso que hice un buen trabajo cuando al escribir estas líneas, unos cuantos años después, que quede claro, resalté la belleza de aquel cuerpecito blanco, que no conocía hombre, más que niños, al tratar de escribir el relato de su primera pasión con las féminas de sus tiempos, las interferencias con las suegras omnipresentes, las buenas frases que toda la vida existirán y los chaperones, que en esta historia brillaron por su ausencia.

Así pasó su primera vez, hablando con niñas, suegras experimentadas antes de tiempo, lavabos mal colocados y malos momentos dentro de buenos tiempos. Siempre fué cuestión de enfoques, me decía David.

Todo depende del cristal con que se mire, mi pequeño amigo.
David.