Esa tarde estaba todo tranquilo, como cualquier otra tarde de otoño del '08. Había llegado el pedido semanal, la comida de desayuno, la comida de medio día y un par de botellas que en realidad eran más de dos. Los veinticuatros de cerveza y la esperanza de vender todo.
Colgué las llaves de mi antiguo chevrolet en el llavero de la pared, que reza 'Aquí están las pinches llaves', já! lo vi una vez que fuí a la playa de Kino y me causó gracia. Ahí sigue colgado en la pared.
La radio sonaba a lo típico del jueves a las 4.13 pm. Nada fuera de lo normal. Un par de choferes comiendo y uno más en el baño, estaba por seguir su camino, acababa de despertar. Yo tenía un poco de calor, lo recuerdo.
Ése año había cumplido el pronóstico de las altas temperaturas, que aún a mediados de noviembre hacían imposible salir de casa con mangas largas. Aún así, ese año tampoco corté mi cabello. Y el próximo tampoco.
En eso entró la muchachita ésta, cómo se llamaba..
Se sentó en la barra y no pidió nada. Yo le ofrecí café. Sírvalo usted, me dijo.
Curiosa la niña. Aparentaba unos 17 años de edad y unos 29 años vividos. Llevaba un jersey a rayas, pero no eran blancas y negras, eran azules y rojas, pantalón de mezclilla y un par de zapatos tennis algo desgastados. Tenía una mata de pelo negro que le rebosaba su cabeza. Lo traía atado en una cola de caballo.
No probó el café y solamente se quedó sentada en la barra mirando las botellas de tequila recién traídas del depósito y que pintaban para ser las próximas animadoras en la semana. Pero tampoco pidió tequila.
Yo salí a cerrar el pickup '91, porque a partir de esa hora, yo ya no salgo del Mirador, solamente cuando cierro el local. Tenía que llevar con el mecánico ese radiador, zumbaba por el vapor.
Iban a dar las 5 cuando terminé de guardar la mercancía, cuando ya todo estaba en su lugar. Fué entonces que la muchachita me comenzó a platicar su historia. Dios, aún no recuerdo su nombre. No la conocía bién, y ni siquiera era de la ciudad. Había llegado casi un mes antes y se instalaba en el hotel que está al lado del Mirador.
Estoy casada, dijo. Me casé hace poco, con mi novio. Lo quería tanto.. nos amábamos, o eso es lo que yo creía. Sabe? Era la pareja perfecta, me trataba bién, me sacaba a pasear, me quería mucho.
Pero algo pasó. En cuanto nos casamos él cambió. Empezó a reclamarme por todo. Él trabajaba en una fábrica y me llevaba a mí a una cafetería, donde yo trabajaba como mesera. Me llevaba en la mañana y se volvía loco si no lo esperaba en la tarde. Era demasiado celoso. Recuerdo que llegaba en la tarde tocando el claxon desde una cuadra antes de la cafetería. A mí ésto no me gustaba mucho. Era muy escandaloso.
Y qué decir de cuando iba a por un café con pay? Había un señor mayor que siempre desayunaba ahí, sabe? El dueño de la cafetería, le encantaban los pasteles y pays. Era un poco exigente a la hora de tomar 'agua sin hielo' o 'jugo de naranja recién exprimido' siempre decía que se lo sirviera junto con el pastel, porque luego pierde su sabor. Una mañana estaba yo atendiendo al dueño, que leía el periódico, en eso entró mi novio.
Sabe? aún no me acostumbro a decir mi esposo, me suena raro.
Se enojó de sobremanera al ver que cumplía con los pequeños caprichos del dueño. Digo, es un señor mayor, siempre exigen, aunque sean pequeñas cosas.
-Yo me acordé de mi bisabuelo, que pedía tortillas de maíz recién hechas y cuando le llevaba agua, tenía que esperar a que se la bebiera toda para llevarme el vaso de vuelta.
Sí, claro, le dije. Y siguió.
Pues sí, esa tarde no fué a por mí. Me fuí caminando hasta el lugar que rentábamos. Me esperaba sentado en el sillón y en cuanto entré empezó a reclamarme por 'tratar tan bien' a los clientes. Me gritó por mas de dos horas, hasta que terminó la cena y se fué a dormir.
Creo que no recuerdo buenos momentos de casados.
-Su cara no expresaba nada, como cuando uno se pierde en el recuerdo. Seguía mirando las botellas, pero ambos sabíamos que en realidad no las veía. Fué entonces cuando me preguntó.
Es usted feliz, señor?
Ahora su cara era de tristeza, no muy obvia. Pero recordé ese par de ojos suplicantes de alguna otra parte.
Que si soy feliz? Bueno. Yo soy un hombre sencillo que siempre ha sido cantinero, sabe? Le dije. He visto desfilar por aquí, he hice un sonido con mis manos sobre la barra, a muchas personas. Nunca me he casado y los unicos bienes materiales que tengo son El Mirador, el dormitorio de atrás y el pickup rojo que está afuera. No estoy enamorado, y mira que si he conocido mujeres..
Y entonces? Insistió.
La felicidad es simple, le dije. Es no sentirse decepcionado. Porque el que trata y trata y nunca logra, se frustra. Termina creyendo que hay cosas imposibles.
Es ser realista. Porque uno debe saber que el cielo no te va a dar todo lo que quieras hasta que te lo ganes trabajando.
Es estar abiertos a los cambios, porque algo hay que hacer para no aburrirse, no?
Hay que ser un libro abierto, para que las personas puedan pasar y dejar su huella.
Hay que ayudar a la gente, porque uno nunca sabe cuándo una buena plática puede cambiar el rumbo de una vida.
Y en el amor, no darlo todo. Porque no todo el mundo es bueno, así se ahorra uno muchas decepciones, a menos que encuentres a la persona adecuada.
La felicidad es más como un estado de ánimo, es levantarse por la mañana y decidir lo que se hará durante el día y estar contento con eso.
Es ser terco, y hacer lo que uno quiera, ser responsable y que todo esté bién.
A veces uno no tiene todo lo que quiere, pero a cambio, uno tiene todo lo que necesita. Bien lo dijo aquél filósofo Jagger, le dije.
Ella me miraba a la cara. No supe qué era lo que pensaba. De repente dibujó una mueca qe parecía media sonrisa, cerró los ojos y agachó la cabeza. Parecía darle vueltas a asuntos muy privados, pues no me dijo nada.
Yo me dí la vuelta y me dirigí a la cocina a cerrar una ventana que hacía ruido, con ésos vientos de otoño..
Cuando volví me dijo, tiene usted razón.
Se puso de pié, le dió un par de tragos a la taza de café, que supongo ya estaba frío, y se fué.
No la he vuelto a ver desde entonces. Dicen que ésa tarde se fué del hotel.
Y espero no volverla a ver, porque entonces, sabré que de algo sirvió aquella plática en aquella tarde ventosa de otoño.
viernes, 17 de abril de 2009
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)